Hace unos diez años en Palermo, al final de un seminario que di en la Superintendencia del Mar, se me acercó una pareja llena de curiosidad por mis argumentos.
Por desgracia no me acuerdo de sus nombres, me dijeron que eran los responsables del Área Marina de Capo Gallo (ò al menos, eso entendí yo) y que en el área había unos bloques de piedra que según ellos, no habían caído simplemente de la montaña sino que habían sido colocados allí deliberadamente según un diseño.
En concreto, sospechaban que los bloques que circundaban el actual faro de capo Gallo, estuvieran alineados formando un antiguo observatorio astronómico.
El promontorio de cabo Gallo, a pocos kilómetros al norte de Palermo, es una localidad arqueológicamente importante. Como muchos otros promontorios sicilianos que se asoman al Tirreno, es sede de grutas habitadas desde el Paleolítico, que dan testimonio de la ocupación de la isla desde hace al menos dieciocho mil años.
Cuando volví a Roma, hablé del asunto con Marcello Ranieri, un astrofísico del INAF apasionado de arqueo astronomía, y buscamos con Google Maps el sitio que aquellas personas me habían indicado.
Cuando abrimos Google Maps, notamos fácilmente los tres bloques más grandes que habían mencionado la pareja y enseguida Marcello, dotado de sensibilidad arqueo astronómica exclamó: Están en la terna de Pitágoras 3, 4, 5!
Las ternas pitagóricas son ternas de números (3, 4, 5), (5, 12, 13)... que dan como resultado que la suma de los cuadrados de los primeros dos haga el cuadrado del tercero. Es decir, respetan el teorema de Pitágoras y son conocidas desde tiempos antiquísimos, incluso por pueblos que no tuvieron nada que ver con Pitágoras. Tenían una función práctica muy importante: en una época en la cual los instrumentos de precisión escaseaban, permitieron erigir un edificio de modo que sus lados formaran ángulos rectos. Bastaba que las distancias entre los vértices de su planta respetasen una terna cualquiera.
Como los ángulos rectos facilitan la estabilidad de una construcción eran un instrumento muy usado para dar ortogonalidad a las construcciones. Imaginad la dificultad de hacer un techo a un templo cuyos ángulos no son rectos.
Esta peculiaridad hace de las ternas un marcador de la intervención humana. De hecho, encontrar una estructura de piedra con ángulos rectos no implica necesariamente que sea fruto de la obra del hombre, pero si los ángulos rectos son el resultado de una terna pitagórica es muy probable que no haya ocurrido por casualidad.
Eufórico por el descubrimiento, Marcelo tomó contacto con la pareja de cabo Gallo y fue a explorar la zona. Dio también una vuelta en barca para observar la zona desde el mar. Yo, desgraciadamente, no pude acompañarlo.
Cuando volvió, se leía la desilusión en su cara. Me confirmó que parecía que los tres bloques habían sido colocados a posta,
pero había descubierto que no estaban en el mismo plano horizontal.
Estaba claro que no se podía tratar de los vértices de una construcción arcaica y además como no estaban en el mismo plano, las distancias entre ellos no formaban ni siquiera la terna 3, 4, 5.
La hipótesis de la construcción rectangular se deshizo.
Yo también sufrí una desilusión, pero seguíamos convencidos de todos modos que su posición tenía un significado, no nos parecía razonable que alguien hubiera movido unos bloques tan pesados para ponerlos como les parecía.
Pensando sobre el tema, me acordé que cabo Gallo había sido un puesto avanzado fenicio-cartaginés. Palermo, una de las dos importantes colonias fenicias de Sicilia, se encontraba a pocos kilómetros y las naves que salían de su puerto pasaban por delante antes de curvar hacia Cartagena ò hacia Ustica ò Lìpari.
Los Fenicios eran grandes navegadores de antiguos tiempos. Siendo básicamente comerciantes, no estaban interesados en ocupar vastos territorios sino en dominar los puertos estratégicos para su navegación. Para hacerse una idea de su modo de actuar, se les puede comparar a la Republica veneciana de unos milenios más tarde.
Grandes enemigos de los Griegos y después de los Romanos, fueron descritos como piratas criminales, muy hábiles en la navegación. Y en efecto, a diferencia de los griegos, el otro pueblo marinero de la antigüedad, los fenicios navegaron habitualmente ya sea en mar abierto, ya sea de noche, orientándose con la estrella polar (que los griegos llamaban estrella fenicia).
En cuanto a la piratería criminal, tengamos presente que las historias sobre los fenicios son todas de proveniencia griego-romana. Además hoy ya no estamos acostumbrados a las costumbres de la navegación antigua, validas hasta hace casi un par de siglos. Prácticamente cuando una nave se cruzaba con otra, si le parecía conveniente la asaltaba y le robaba la carga [1]. La práctica era esta, los Griegos también la seguían, pero noticias fenicias de esto no nos han llegado.
Esta costumbre tenía una consecuencia obvia: más que de las tempestades había que tener cuidado de las naves enemigas. Los griegos lo hacían evitando adentrarse en zona fenicia, los fenicios yéndose a la larga ò viajando de noche. Mirando un mapa con los asentamientos griegos y fenicios en el Mediterráneo se comprende fácilmente cuales fueron las respectivas zonas off-limits.
Para los Griegos el trecho de mar que separaba Sicilia de Túnez constituía una especie de Columnas de Hércules: presidiado por los Fenicios por los dos lados, tenía que ser evitada, sobre todo teniendo en cuenta que circunnavegar Sicilia por el otro lado permitía viajar por aguas exclusivamente griegas.
También para llegar hasta sus propias colonias en Francia los Griegos subìan por el mar Tirreno, al principio a lo largo de la Magna Grecia y más tarde costeando Etruria, con la cual tenìan relaciones comerciales y a los que no les gustaba demasiado navegar.
Para llegar hasta el Mediterráneo occidental desde la originaria tierra de Canaán, se vieron obligados desde el principio a navegar huyendo de las naves griegas.
No sé cuanto mi deducción pueda ser cierta, lo cierto es que al mar abierto fueron, y tuvieron que aprender a orientarse.
Pero volvamos a la posición de los tres bloques. Si no es la distancia lo que cuenta, no queda más que la alineación. Que indicaran una posición astronómica me pareció improbable, ya que solo dos de las seis direcciones posibles indicaban el cielo [2]. De las otras cuatro, una señalaba hacia la montaña que dista pocos metros, y tres hacia el mar.
¿Hacia el mar dónde? Si trazamos dos rectas uniendo el bloque más alto con los otros dos encontramos una cosa sorprendente. La primera recta apunta exactamente hacia Ustica y la segunda hacia Lipari, ambos asentamientos fenicios. Una coincidencia verdaderamente curiosa.
Como el terreno es descendiente, esta alineación tiene una consecuencia práctica. Un navegante que se alejase de cabo Gallo viendo los dos bloques hacia Ustica uno sobre otro, se habría orientado exactamente en dirección a la isla. Si los bloques no coincidían uno sobre el otro, la ruta era errónea, pero se podía corregir virando hacia una posición desde la cual los bloques se vieran de nuevos alineados verticalmente.
En resumen, ver los bloques uno sobre otro, hubiera sido un buen modo para zarpar en la dirección justa y tomar como referencia los montes de alrededor. Poco a poco que la distancia al cabo aumentaba, la posición relativa a los montes del fondo habría seguido indicando la ruta hasta que estos hubieran llegado a ser visibles. Los bloques, prácticamente habrían servido para medir la alineación de los montes, cosa necesaria para la navegación lejos de la costa.
Ustica está en mar abierto. Dista de cabo gallo unas treinta millas. Partiendo de noche, los Fenicios podían llegar al día siguiente con la luz, lo que ayudaba mucho, dada la naturaleza rocosa de las costas de la isla.
Mira por donde, si sobre los bloques hubiera habido una hoguera, verlos uno sobre otro, hubiera indicado la ruta nocturna.
Si hacia Ustica atravesar el mar abierto era obligatorio, para ir a Lipari se habría podido ir costeando, el tipo de navegación preferido por todos los antiguos.
Por desgracia, superado el golfo de Palermo, se habrían encontrado antes Termini y después Imera, dos colonias griegas cuyas naves recorrían habitualmente la costa del Tirreno.
Había que elegir: mar abierto ò naves griegas. El que hubiera elegido mar abierto habría tenido necesidad de una indicación luminosa para zarpar de noche y encontrarse al día siguiente con Alicudi y Filicudi indicando la ruta hacia Lipari.
También en este caso, ver los dos fuegos uno sobre otro era la indicación que hacía falta para establecer la ruta. Podría haber habido incluso un tercer fuego más abajo en la playa.
La hipótesis del faro es sugestiva. En su favor está el hecho que los tres bloques eran fácilmente accesibles desde la playa permitiendo un encendido bastante fácil. También el hecho de que las caras superiores de los bloques, inclinadas hacia el mar, fueran compatibles con un fuego de señalización. Seguro, tener la indicación visiva de la ruta que seguir habría sido una ventaja notable en una época en la que orientarse no era fácil.
Una cosa que no tenemos siempre presente es que los pueblos antiguos no contaban con la representación bidimensional de la geografía marina como la tenemos nosotros. Las cartas náuticas nacieron en la Edad Media; los pueblos antiguos costeaban desde un punto relevante a otro. Para saber dónde se encontraban, los Griegos consultaban un listado de sitios conocidos registrados uno detrás de otro, intentando comprender cuál era el que tenían delante. El trayecto estaba pensado en una dimensión y se obtenía desenrollando el litoral.
Cuando se tenían que alejar de la costa, se basaban sobre los puntos claves que veían en tierra firme. Entre esos, los perfiles de las montañas más altas eran fáciles de identificar, así como los picos montañosos de los islotes mediterráneos. Su conjunto constituía el sistema de referencia en el cual situarse.
En ausencia de estas referencias las cosas se hacían difíciles. Navegar en dirección Norte-Sur era relativamente simple, con el sol y un reloj de arena ò con la estrella polar de noche. La dirección Est-Oeste era más aproximada, pero se podía determinar del mismo modo, pero cuando hacía falta seguir rutas intermedias los problemas debidos a la aproximación se hacían enormes. Navegar por ejemplo a veinte grados Norte era complicado (incluso de noche con la estrella polar) y equivocarse de ruta a diez grados significaba por ejemplo, horas de navegación de más para llegar hasta Ustica. A menos que...
La estrella polar se llama así porque el cielo gira alrededor de ella. Los pueblos antiguos no tenían televisión, de noche el único espectáculo a disposición era el cielo y lo conocían bien. Si hoy todavía contamos los días en semanas no es por capricho de alguien, sino porque hace cinco ò seis mil años los sumerios se dieron cuenta de que mientras todas las otras estrellas giraban como congeladas alrededor de la estrella polar había siete que se iban donde les parecía. Las llamaron planetas (errantes) e intuyeron que se debía tratar de peces gordos. Por respeto dedicaron un día a cada uno de ellos, aunque si el número siete hacía complicado el recuento de los meses lunares y del año solar (que los sumerios conocían). Los peces gordos, ya se saben es mejor respetarlos.
Por suerte las otras estrellas se movían juntas. Las llamaron estrellas fijas y pensaron que estaban clavadas a la bóveda celeste. Pero conocían bien también estas, las reagruparon en constelaciones y sabían en que posición se encontraban una respecto de otra. Las veían girar todas alrededor de la estrella polar y mirando al firmamento, podían decir qué estrella se encontraría en cada punto del cielo después de una hora o dos.
Volvamos ahora a las hogueras sobre los bloques. Si eran especialmente grandes se habrían visto a distancia de millas (entonces la oscuridad era verdaderamente oscura), pero la decena de milla probablemente estaba a su alcance. No era poco, pero tampoco mucho. Pero hay una cosa que un hábil navegante habría podido hacer. Después de haberse alineado con las hogueras y haber orientado la nave en la dirección justa, habría visto delante de la proa cual era la estrella (ò la constelación) que indicaba la ruta en aquel momento. La estrella después de un poco se habría puesto, pero habría sido sustituida por otra que se encontraba en el mismo arco del cielo centrado en la estrella polar, y él sabía cual era [3]. Hora tras hora, las distintas estrellas de ese determinado arco de cielo habrían indicado exactamente la ruta. Y si el navegante hubiera tenido un reloj de agua, orientarse habría sido todavía más fácil.
Y esta es la cuestión: las hogueras no solo guiaban la ruta hasta que eran visibles, sino que permitían por cualquier ruta, establecer el arco de cielo de las estrellas que había que seguir. Solamente había que definir la dirección de salida y, por el resto del viaje, las estrellas que había que seguir eran esas. Y eso ya era mucho en un periodo en el que no existía el GPS.
¡Qué bueno! pero como hacían para orientar los bloques con esa precisión? Sin Google maps, la solución más simple era la de ver la meta. En días de buena visibilidad desde cabo Gallo se ve Ustica y en los de visibilidad excepcional se ven la mayor parte de las Eolias. Subir a la cima del monte ayuda mucho. No habría sido difícil, en uno de esos días, guiar la posición de los bloques desde la cima de la montaña.
Como dije antes, la hipótesis de que los bloques de cabo Gallo hayan sido un faro es sugestiva [4], pero para afirmar que los fenicios conocían los faros por lo menos habría que encontrar otro. En literatura no resultan referencias a los faros fenicios. Es una indicación negativa, pero no mucho, porque obviamente las fuentes literarias son solo grieco-romanas.
Más negativo sería el hecho de que en la iconografía fenicia no exista ni siquiera una representación. Por otra parte, si las señalaciones luminosas hubieran formado parte de la técnica de navegación fenicia, es probable que el sistema se hubiera tenido secreto.
Pero en alguna parte restos de una nave fenicia debe haber. !Encontrarlos sería un gran hallazgo! ¿Dónde? En los promontorios salientes, para indicar las rutas hacia el mar abierto ò para evitar costear territorios griegos. Especialmente si se trataba de rutas no orientadas a lo largo del eje Norte-Sur ò Este-Oeste.
El litoral africano desde Marruecos a Tùnez estaba todo en manos de los cartagineses y podía ser costeado sin peligro. Para encontrar un faro habría que buscar en los puntos en los cuales las naves dejaban la costa para atravesar el mar de Alboran (el promontorio de Melilla?) y llegar hasta las colonias fenicias del Sur de España, siempre que no hicieran periplo pasando por Gibraltar. O sino, en las costas españolas, donde los asentamientos fenicios se interrumpían por colonias griegas.
Por ejemplo, las Baleares eran fenicias, pero la conexión entre Ibiza y la tierra firme tenía los mismos problemas de la ruta Lipari-Palermo. Minimizar el trecho marino yendo hacia Xabia, habría llevado a aguas griegas, mejor hubiera sido orientarse hacia Sud oeste y llegar directamente hasta Cartagena.
De Mahòn, en Menorca zarpaban las naves para Tarros y San Antíoco, en Cerdeña. El hecho de que Mahón y Tarros se encuentren en el mismo paralelo hacía innecesario un faro. En cambio, ir directamente desde Mahón a San Antíoco era inútilmente arriesgado, ya que Cerdeña se podía costear tranquilamente.
Puede ser que en el cabo Spartivento hubiera un faro para guiar a las naves que se dirigían desde Nora hasta Túnez, haciendo etapa en la isla La Galite, pero como esta era una ruta Norte-Sur, puede que tampoco en este caso valiera la pena.
En cambio, mucho más probable hubiera sido tener una indicación en cabo Bon en Túnez para dirigirse directamente hacia Mothia, a lo largo del trecho que tenía que ser uno de los más frecuentados de las naves fenicias. Aunque si en este punto es difícil decir como habrían podido orientar el faro.
Otro sitio, habría podido ser en Gozo. Malta continuó a ser fenicia después de que la costa meridional de Sicilia fuera colonizada por los griegos. Una conexión directa con Mothia habría requerido una ruta entre Gozo y Mothia a lo largo de Sicilia, aunque es más probable que desde Malta se prefiriera ir directamente a Túnez
En Lampedusa también hay restos fenicios. Esta isla a diferencia de Pantelleria y Linosa, no es volcánica y tiene un puerto natural bien reparado. Seguramente constituía una escala en el trayecto entre Malta y Mahdia en Tùnez. El hecho de que dos de los tramos (Mahdia - Lampedusa y Linosa - Malta) se desarrollen a lo largo de la directriz Este - Oeste hacen superfluos faros que indiquen esta dirección, pero el trecho Lampedusa - Linosa - Lampedusa - Malta, habrían requerido el uso de unos indicadores.
Por ahora lo dejo aquí [5]. Es evidente que encontrar otra estructura parecida a la de cabo Gallo significaría que los tres bloques no están ahí por casualidad y que los Fenicios usaban los faros para orientarse. Sería un descubrimiento interesante. Si algún navegante por casualidad la ve, que me lo diga, que sale un bonito artículo.
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